Nepal es uno de los pocos países
que todavía nos puede ofrecer la grandeza de su pasado. El valle de Katmandú es
un auténtico museo al aire libre con tres ciudades medievales, todas con sus
plazas reales (Durbar) sus templos, sus pagodas y sus estupas.
El país de los dioses se yergue a
los pies de la cordillera del Himalaya, por esta razón tanto los hindúes como
los budistas lo han conocido como la “escalera de los dioses”, debido a que en
Nepal todas las grandes montañas son sagradas y tienen nombres de las deidades
del panteón hindú. De las diez montañas del Himalaya que superan los 8.000 m de
altitud, ocho se encuentran en Nepal (algunas en sus fronteras), incluido el
famoso Everest conocido por los nepalíes como SagarMatha, el “Reino de los
Cielos” y por los tibetanos como ChomoLungma, la “Madre del Universo”.
El valle de Kathmandú es el
epicentro cultural del país, especialmente sus ciudades medievales Donde la
arquitectura hindú y budista, las tradiciones y ritos ancestrales, así como
los numerosos festejos, se mezclan con la vida cotidiana. Su capital,
Kathmandú es un crisol de razas, lenguas, cofradías, credos y bazares, un
teatro vivo cuyo decorado son las construcciones medievales de ladrillo, piedra
y metal, palacios, templos y pagodas, en sus numerosas plazas, y todo ello con
el telón de fondo de los Himalayas.
Lo más destacable del importante
patrimonio arquitectónico nepalí son sus innumerables templos y palacios de
estilo newari, siendo las pagodas con sus tejados superpuestos la construcción
más representativa. Se cree que este estilo fue exportado a China y Extremo
Oriente por el célebre arquitecto Arniko, quien a finales del siglo XIII viajó
a China, donde estuvo al servicio de la dinastía Ming.
Algo que favoreció mucho al
desarrollo artístico del pueblo nepalí fue la rivalidad que surgió entre las
ciudades-estado del valle de Kathmandú durante el periodo Malla. Kathmandú,
Patan y Bhaktapur se esforzaron en tener los templos y palacios más bellos del
país, floreciendo la talla de madera y piedra así como el trabajo del metal y
la terracota; se considera a este periodo como la edad de oro del arte nepalí.
Dentro del valle se encuentran
otras dos capitales medievales, Patan y Bhadgaon, pueblos con gran encanto como
Kirtipur, y lugares mágicos como los estupas de Bodhnath y Swayambunath, o
sagrados para los peregrinos que vienen de India como Pashupatinath.
Patan y Bhadgaon, también conocidas como Lalitpur y Bhaktapur tienen
mejor conservados sus cascos antiguos que la misma Plaza Durbar de Kathmandú,
siendo en realidad más completas y precisándose más tiempo para visitarlas. Sus
plazas, pagodas, templos, monasterios, y estupas nos transportan a su glorioso
pasado.
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