Machu
Picchu se alza a 2.430 m sobre el nivel del mar en un paraje de gran
belleza, en medio de un bosque tropical de montaña. La ciudad fue,
probablemente, la más asombrosa realización urbana del Imperio inca en
su apogeo. Da la impresión de que sus gigantescas murallas, terrazas y
rampas hubieran sido esculpidas naturalmente en las escarpaduras de la
roca. El marco natural, en la vertiente oriental de los Andes, abarca la
parte superior de la cuenca del Amazonas, con su rica diversidad de
flora y fauna.
Situado
en la pendiente de una montaña granítica desgastada por la erosión que
domina un meandro del río Urubamba, Machu Picchu es un yacimiento
arqueológico de renombre mundial. Su construcción, realizada siguiendo
un plan muy riguroso, constituye una de las más espectaculares
realizaciones de los incas, la mayor civilización de las Américas antes
de la llegada de los europeos.
El
santuario histórico de Machu Picchu abarca 325 km² en uno de los
territorios montañosos de los Andes peruanos más atractivos desde el
punto de vista paisajístico. Fue el último baluarte de los incas, con
una importancia arquitectónica y arqueológica superlativas, sigue siendo
uno de los lugares más importantes de Latinoamérica desde el punto de
vista cultural. El trabajo en piedra constituye un ejemplo de primer
orden de la utilización de la materia prima natural para lograr una
extraordinaria arquitectura totalmente acorde con su entorno. Los valles
circundantes han sido cultivados continuamente desde hace más de 1.000
años, una de las muestras más duraderas de una relación productiva entre
el hombre y la tierra.
La
población de los alrededores de Machu Picchu continúa viviendo casi de
la misma manera que sus antepasados incas, con una dieta basada en las
patatas, el maíz y las llamas. Machu Picchu constituye también un
hábitat seguro para algunas especies amenazadas, como el oso de
anteojos.
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