El
guepardo (Acinonyx
jubatus)
está bien adaptado para la caza. Tiene muchas adaptaciones que le
permiten superar los 113 km/h de velocidad y acelerar de 0 a 64 km/h
en apenas tres zancadas. Su columna dorsal es muy flexible, y cuando
el animal galopa se flexiona y endereza alternativamente, lo que
permite dar una zancada aún más larga con las poderosas patas
traseras. Es el animal terrestre más veloz.
Su
cara es corta y chata, y la posición de sus ojos le confiere una
buena visión binocular. Los ojos también tienen un sistema de
estabilización de la imagen para mantener bien enfocada a la presa
durante la carrera, y las dos líneas faciales negras, una bajo cada
ojo, los protegen del resplandor.
Los
conductos nasales del guepardo son grandes, como los pulmones, y su
cuerpo tiene un bajo coeficiente esqueleto/masa muscular, con huesos
más ligeros y patas más largas que otros félidos. Su larga cola le
sirve de timón y le permite dar giros muy bruscos cuando persigue
presas ágiles. Sus uñas más bien cortas y bastante romas no son
retráctiles, lo que confiere una adherencia permanente al suelo a
velocidades elevadas, como unas zapatillas de clavos para correr.
Los
guepardos no están diseñados para la resistencia. Pierden el
aliento y se calientan excesivamente en apenas 30 segundos.